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viernes, 8 de agosto de 2014

 5.-TRASTORNOS DE ANSIEDAD

Para entender qué son los trastornos de ansiedad hay que pensar primero en la normalidad. Hay que pensar que todas las personas tienen capacidad para reaccionar con ansiedad, porque se trata de una respuesta emocional. Después podremos entender mejor el trastorno de ansiedad como una patología, como un exceso en la frecuencia, intensidad, duración, etc. de la respuesta de ansiedad, o simplemente como una respuesta inadecuada a las demandas de la situación.
EMOCIONES 
    Las emociones son reacciones que se vivencian como una fuerte conmoción del estado de ánimo o estado afectivo. Esta reacción suele tener un marcado acento placentero o desagradable y  va acompañada por la percepción de cambios orgánicos, o corporales, a veces muy intensos (experiencia emocional). Los cambios corporales se caracterizan, por una elevada activación fisiológica, especialmente del sistema nervioso autónomo (sudoración excesiva, aumento de tasa cardiaca, etc.) y del sistema nervioso somático (tensión muscular), aunque también se activan otros sistemas (hormonal, inmune, etc.)  Esta reacción puede reflejarse también en expresiones faciales típicas, fácilmente identificables por cualquier observador externo (expresiones de alegría, tristeza, miedo, enfado, etc.), así como en otras conductas motoras también observables, como algunos movimientos, posturas, cambios de voz, etc.
   Por lo general, las emociones surgen como reacción a una situación estimular concreta, sin embargo, también puede provocarlas algún tipo de información interna del propio individuo, tales como: recuerdos, información propioceptiva (sensaciones), etc. La interpretación de una situación determinada no es igual para todos los individuos, ni siquiera a veces para el mismo individuo en diferentes momentos. De cómo se interprete dicha situación dependerá el que surja o no alguna emoción, así como si la emoción será positiva (placentera) o negativa (desagradable).
 
    La ansiedad es una emoción natural, presente en todos los humanos, que resulta muy adaptativa pues nos pone en alerta ante una posible amenaza; sin embargo, a veces se vive como una experiencia desagradable (emoción negativa),  especialmente cuando alcanza una elevada intensidad, que se refleja en fuertes cambios somáticos, algunos de los cuales son percibidos por el individuo; además, esta reacción, cuando es muy intensa, puede provocar una pérdida de control sobre nuestra conducta normal. [Ver más información sobre qué es la ansiedad
    La actividad cognitiva está relacionada con la activación fisiológica. Al evaluar cognitivamente las consecuencias de una situación, se produce un incremento de la activación fisiológica. Hay muchas situaciones que generan ansiedad. Por ejemplo, ver una película de suspense nos pone en alerta y nos activa. En la vida cotidiana, las situaciones ambiguas, sin resultado cierto, también nos activan y nos ponen en alerta. Estos cambios son normales en todos los individuos, aunque existen diferencias individuales en la intensidad de las respuestas fisiológicas provocadas por un mismo estímulo. [Ver más información sobre diferencias individuales en las manifestaciones de ansiedad
 
    Cambios fisiológicos intensos no tienen porqué ser patológicos, sino que por lo general se consideran respuestas adaptativas del individuo a las demandas de la situación. Una persona que está muy activada en un examen o cuando habla en público no debería extrañarse en principio, pues necesita más recursos energéticos, más atención, en definitiva más recursos de afrontamiento que si estuviera tranquilamente descansando. Esta mayor actividad fisiológica hasta cierto punto es normal, aunque pueda ser interpretada como un peligro por algunas personas. Ahora bien, en algunos individuos las respuestas fisiológicas muy intensas llegan a hacerse crónicas, es decir pueden llegar a mantenerse por un espacio excesivo de tiempo. Para entender lo que sucede con una metáfora podríamos decir que tales individuos van muy acelerados todo el tiempo, lo cual implica más gasto energético, dificultades para descansar, malestar, e incluso la posibilidad de que algo falle. Podríamos decir que una alta activación fisiológica, producida por situaciones que generan ansiedad, en principio no es patológica, pero si su intensidad es excesiva y crónica (se mantiene en el tiempo) puede afectar a la salud.
    Por ejemplo, la tensión muscular, por lo general, es más alta en aquellas situaciones en las que necesitamos estar activos y dar una respuesta rápida o enérgica ante las demandas de la situación. Pero una persona que estudia todos los días ocho horas un examen de oposición para conseguir un empleo (un examen en el que se juega mucho), puede acumular día tras días demasiada tensión en el cuello, hombros, espalda, músculos frontales, etc., lo que puede provocar, en primer lugar dolor, y en segundo lugar una contractura muscular. 
    Otro ejemplo: una persona que discute mucho con su pareja, o con su jefe, que permanece después mucho tiempo enojado, dándole vueltas a la discusión, a lo que dijo, a lo que debió decir, a lo que debía hacer, etc., permanece mucho tiempo en tensión, pero no resuelve esta tensión hablando, puede alcanzar altos niveles de presión arterial. Los pacientes hipertensos tienen mayores puntuaciones en las pruebas que evalúan ira interna (ira dirigida hacia dentro, no expresada, rumiaciones, etc.)

    El estudio de la patología de los sistemas fisiológicos que se activan en la emoción se inicia en los años 50. Se supone que los trastornos psicosomáticos o psicofisiológicos (como algunos dolores de cabeza, o de espalda, algunas arritmias, los tipos de hipertensión arterial más frecuentes -hipertensión esencial-, algunas molestias gástricas, etc.) podrían estar producidos por un exceso en la intensidad y frecuencia de la activación de las respuestas fisiológicas del sistema que sufre la lesión o disfunción (cardiovascular, respiratorio, etc.) 












 

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